sábado, 1 de julio de 2017

¿El Arca de la domesticación?





En el momento en que se propone una interacción con los caballos (sobre todo esos que viven en cautiverio o en condiciones domésticas), se suele caer en una suerte de dialéctica que justificaría su doma, su entrenamiento o su sumisión a nuestras diferentes maneras de uso. Me preocupa ver cómo se perpetúa el paradigma de la posesión y cómo justificamos el sometimiento de otras especies bajo cualquier excusa. Los alegatos son siempre los mismos. Se escuchan esbozos de paternalismo
1 o antropocentrismo. Se habla de la necesidad o “la deuda” de los équidos que no habrían sobrevivido de no haber sido por el hombre y su domesticación, del derecho adquirido en este hecho o en el acto de haberlos criado y alimentado. Al parecer la maravillosa destreza evolutiva de ser un primate parlante justificaría el dominio humano de los otros, pues tenemos, o descubriremos, siempre algún tipo de supremacía que nos elevaría hasta ese derecho natural, a la manipulación. Pero, revisemos el dudoso aporte humano a la supervivencia de los équidos y particularmente al equus caballus, sustentado por la idea de que el caballo estaría extinto de no ser por el hombre. En los últimas décadas se ha encontrado que nuestros caballos domésticos no gozan de tanta salud y bienestar como pensábamos, algunos de estos descubrimientos han surgido del estudio sobre la salud de las poblaciones de caballos asilvestrados (ferales). En realidad los caballos más manipulados por el hombre y más “domestizados” en comparación con su contraparte feral, son caballos enfermos y débiles no solo en términos relativos, por lo general también en términos absolutos ya que los ferales no sufren de todas la patologías acarreadas por el uso humano. Desde el punto de vista biológico, digamos que no hubo un gran aporte a la especie de parte del hombre en los miles de años de manipulación, sí una transformación en algunas peculiaridades de tamaño, color o apariencia general pero nada que haya afectado a la especie o su estructura primaria. Yo no lo llamaría “el gran aporte del hombre a los caballos” sino un ejemplo de la pobre naturaleza equina interferida. A pesar de todo2, el caballo ha demostrado en cada emancipación su valía y su independencia “adaptativa” como especie. Su estoica resistencia como espacie doméstica es digna de mención. El modelo del caballo “salvaje”, el caballo feral es, otra vez, un ejemplo claro para nosotros. Esta vez si lo pensamos desde la perspectiva evolutiva digamos, es la demostración de que a pesar de la intervención humana sobre los caballos - a pesar de la domesticación y de la “artificialización” que le hayamos “agregado”, a pesar de haberlos sustraído de su estado natural-, los caballos se han adaptado a cada ambiente en donde han encontrado la posibilidad. La naturaleza siempre encuentra la manera de restablecer el equilibrio y volver a su cauce. Los caballos ferales son el ejemplo claro de cómo la naturaleza lo hace y como los preserva en pos de la supervivencia de la especie y es más efectiva en todo lo que sería salud y bienestar de lo que fue el intento humano y torpe de la domesticación. Los caballos ferales son adaptativamente mejores y más sanos psíquica, física y emocionalmente en todos los sentidos.

Ps: Aun si fuera cierta, la incierta teoría de la "domesticación salvadora" ya no puede ser excusa para más sometimiento y especismo pues incluso desde nuestra perspectiva antropocéntrica deberíamos considerar que hoy día la deuda de la especie equina estaría sobradamente pagada, ¿no les parece?

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1. Las ideas y postulados rondan en que el exceso de libertad pervierte a las criaturas sociales como humanos, caballos, etc/ que lo seres sociales necesitan ser controlados por algo o por alguien / que la naturaleza ( la "naturaleza" animal o la humana ) es corrupta (o amoral o egoísta o anárquica) en esencia a menos que este bautizada o bajo el control de alguna otra institución, etc

2. A pesar de nuestra mirada antropocéntrica que degrada al caballo a no tener el estatus de especie original y por esto no considerarse su derecho a la libertad igual al de las cebras o las ballenas, y que cree que el hombre le ha permitido su existencia hasta nuestros días, a pesar de que les negamos sistemáticamente el derecho a un territorio propio.