lunes, 17 de octubre de 2016

¿Parte del problema o de la solución?



Mucho me han pedido últimamente que hable sobre este tema, así que me he sentado esta hermosa tarde de primavera a intentar ordenar mis ideas y escribir por fin, algo que aclare mi postura critica sobre las “Domas alternativas” de toda una larga lista de personas (menos o más conocidas) que enarbolan hoy la bandera de estas metodologías. Por nombrar los más conocidos en estas latitudes me refiero a Carolyn Resnick, Lucy Rees, Pat Parelli, Monty Roberts, Chico Ramirez, Oscar Scarpati, Martín Ochoteco, Martin Hardoy, Buck, Andersonn, Dorrance, etc.

En principio creo que está de más decir que, al respecto de la mayoría de los que profesan, enseñan y difunden este tipo de metodologías o propuestas, no tengo nada personal. Sí, me molesta e indigna encontrar algunos casos en donde la mala intención, la mentira o el interés económico es el único motivo por el que están en el floreciente negocio de las domas alternativas, pero reconozco que no son tan frecuentes este tipo de personajes. Por el contrario, como siempre he dicho, la mayoría de los más conocidos y respetables representantes de las llamadas Domas Naturales o no violentas (en inglés Natural horsemanship), son personas con buenas intenciones, y, tal vez, con una creencia férrea en que con buenas intenciones todo se puede. El problema está algunas veces en sus conocimientos, pues en la gran mayoría de los casos, este es escaso, de relativa verdad o específico al uso del caballo. De seguro hay quien tiene más conocimiento científico sobre el caballo, su psiquis, naturaleza y bienestar –y me imagino que siendo personas, todas, bien intencionadas deben estar viviendo grandes contradicciones-, pues como he explicado, el problema básico es que “las ciencias animales” tienen una ética ambigua respecto a estos y por lo general los estudios sobre la animalidad se centran en la explotación o sirven en su aplicación a este fin.
En resumen, como entenderán no hay una crítica personal a ninguna de las personas citadas más arriba, sino al axioma de que este “movimiento” es algo distinto o un cambio positivo en la histórica relación caballo-hombre.
Dejando de lado las personas, pues como lo he dicho repetidas veces, mi crítica no es hacia tal o cual persona particular, el gran problema y la base de mi argumentación es que este tipo de metodologías carecen de lo que podríamos llamar “conocimiento serio sobre los caballos”, son muy pobres y abusan de diletantismo. La mayoría se apoyan en suposiciones, mentiras, falacias, confusiones y una fuerte necesidad e interés en el uso del caballo.
La cuestión es simple, ese uso del caballo, no es beneficioso para él, por ende estas metodologías, pasan a engordar la larga lista de intentos fallidos de entender al caballo como quien es -o sea, en relación a sí mismo y a su bienestar y no, en relación a nosotros, humanos, o al uso y utilidad que le damos.
La situación empeora cuando personas con conocimientos importantes respecto del caballo, algunos incluso científicos, terminan trabajando, no por el bien de este último o por una mejor relación caballo–humano, sino para el Mundo Ecuestre. Un mundo en donde el rol del caballo y la justificación de su existencia como especie es simple y llanamente nuestro uso.

Creo que cuando uno trabaja para los caballos o por el bienestar de ellos, debe preguntarse en definitiva cual es el problema real en las domas tradicionales o violentas y cual es el beneficio real que estas nuevas metodologías estarían aportando al caballo. La diferencia cuantitativa es mayor para el mundo ecuestre -el jinete, la industria cárnica o la industria de las nuevas terapias ecuestres son muy beneficiados- pero en términos absolutos no hay diferencias para el caballo.
Los caballos, probablemente, te “agradecerán” cualquier gesto menos violento, pero en última instancia, solo un autoanálisis descarnado te podrá dar una visión realista sobre lo que estás haciendo.
Si, al mirar vacas, veo chuletas, si al contemplar niños, veo esclavos, sirvientes o seres destinados a mi uso, el lugar que le asigno a esos seres es, mas allá de toda buena intención de mi parte, psicopático.

La pregunta sería ¿Eres parte del problema o de la solución ?

En lo personal, a cierta altura de mi búsqueda con los caballos ya no pude seguir justificando mi sometimiento bondadoso o mi contribución al abuso que toda relación hombre caballo encarna, cuando no es construida desde el respeto y la libertad (el respeto por la libertad del caballo, básicamente). La excusa de que menos violento es menos malo, se queda en lo anecdótico cuando se piensa en el panorama general de la situación.


Espero no haber ofendido demasiado o personalmente a nadie, por criticar metodologías que en todo caso ocultan la violencia, la justifican o simplemente confunden a las personas que están en busca de una solución para los caballos y no una para comodidad de su uso o manejo. En definitiva yo no estoy en contra de que estas domas existan pues de hecho son parte de un camino cargado de buenas intenciones, pero a esta altura de la historia de la relación hombre caballo debemos llamar a las cosas por su nombre. Por eso siento que es mi responsabilidad echar luz sobre la naturaleza violenta de una relación basada en el sometimiento y la indefensión aprendida como la que proponen las nuevas metodologías. Como dije, sé que los caballos notan la diferencia entre un hierro en la boca y bozal de soga sobre el proceso nasal, y agradecen el detalle. Son las personas las que no deben engañarse ni ser engañados por esta nueva modalidad de control y sujeción hacia los caballos. Hoy por hoy, no veo necesario que el camino de mucha gente hacia una relación basada en el respeto y la libertad tenga que estar empedrado de caballos abusados, falacias y eufemismos. 


David Castro, autor de El Silencio de los Caballos.
Foto: Mariana Domic